Igual que ayer.
No sé por dónde partir. En las películas era distinto, más dramático, más sufrido. Menos profundo, menos reflexivo, quizá.
Ayer lo supe por fin.
Fue difícil, fue extraño. Fue muy asertivo.
Luego de meses de imaginar tu rostro sin sangre, tu forma de caminar, de reír, de ser, pude personalizarte. Pude nombrarte.
Casi siete meses después, puedo hoy pensar en ti y en tu nombre. En tu identidad. En tu yo. ¿Quién habrás sido? ¿Dónde habrás vivido? ¿Habrás tenido esposa, hijos, nietos? Sigue siendo una incógnita y quizá sea mejor que siga siéndolo.
Donde sea que existas hoy en día; te recuerdo seguido. Y espero que nunca te olvide, porque supones importancia. Me enseñaste y mucho. Más de lo que yo en ese momento pude prever. Espero no olvidar tus enseñanzas, espero nunca caer en lo que temo y desprecio. Espero que me ayudes: no será un camino fácil.
Y hoy sí puedo decirlo con más vehemencia, con más solidez. Descansa en paz.
Descansa en paz, Eugenio San Martín.
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La melodía de una rumba me dijo: "el secreto no está en la tumba, sino en el vivir".