Esa noche me emborraché en un cafetín del bajo. Estaba en lo peor de mi borrachera cuando sentí tanto asco de la mujer que estaba conmigo y de los marineros que me rodeaban que salí corriendo a la calle. Caminé por Viamonte y descendí hasta los muelles. Me senté por ahí y lloré. El agua sucia, abajo, me tentaba constantemente: ¿para qué sufrir? El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla.
La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede liberarse con la muerte, que sería así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad, antes que aniquilar la fantasmagoría con un acto de propia voluntad. Y suele resultar, también, que cuando hemos llegado hasta ese borde de la desesperación que precede al suicidio, por haber agotado el inventario de todo lo que es malo y haber llegado al punto en que el mal es insuperable, cualquier elemento bueno, por pequeño que sea, adquiere un desproporcionado valor, termina por hacerse decisivo y nos aferramos a él como nos agarraríamos desesperadamente de cualquier hierba ante el peligro de rodar en un abismo.
"El Túnel" - Ernesto Sábato.
Me gusta lo que lees, como ya lo dije :)
ResponderEliminarSieto que me llega de una forma bastante particular... Creo que me ayuda a mi instropección.
uuui!!
ResponderEliminartrozos de luz a los que se aferra el hombre para no caer ante el yugo de sus propias pugnas mentales. o de sus propios apegos existenciales, y es que aveces nada parece tener sentido, y es por que nada lo tiene, y luchar contra molinos gigantes resulta una complicación por que sus aspas seducen los ojos de algunos, y los degolla su filo. y no hay nadie a quien rendirle cuentas más que a nuestra propia mano que se deja enjuiciar ciegamente por el filo de los dados del destino... y no logra llegar a buen puerto, y es allí donde sucumbimos, en el naufragio de nuestra propia luz.
ResponderEliminarMe encantó, me encantó este libro.
ResponderEliminarY adoré el parrafo que escogiste.
La vida puede convertirse en una pesadilla intermiable e inevitablemente debemos decidir si seguir o sucumbir ante el dolor.
Creo que lo mas sano es decidir. Tampoco la gracia es mantenerse "muerto en vida"; el seguir implica vivir el dolor, soportar lo que venga para finalmente volver a salir a la luz y me quedó dando vueltas lo que te dijo Anita con respecto a todo este asunto del Karma.
Son las 2.15 de la mañana y esta es una de mis tantas reflexiones de madrugada.
Te adoro.