Había olvidado lo indeciso que soy.
Había olvidado lo dicotómico que son mis pensamientos con respecto a mis sentimientos.
Había olvidado lo que se sentía vibrar con esos discursos y con esos relatos.
Había olvidado callar.
Callarme y escucharme.
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La melodía de una rumba me dijo: "el secreto no está en la tumba, sino en el vivir".