20130609

La inconsecuencia de hablar.


Y creemos que al verbalizar, el pensamiento se hace real.
A veces lo es. Otras... 

Es como un imán que rompe y altera el status quo incipiente. Intentas convencerte de lo contrario, pero entonces sucede y ya no te queda más que aceptar tu ceguera.

La realidad está ante tus ojos.

Pero esta vez es distinto. Muy distinto.
Se respira aire diferente. La atmósfera no es la misma. Ni siquiera el lugar.

Nada vuelve a ser lo que fue alguna vez, pero ¿quién dijo que era malo? Finalmente, las distorsiones azarosas nos revelan que algo andaba mal, pero necesitaba romperse el status quo.

Nada está bajo nuestro control.

Es más complejo de lo que uno cree. Establecer una visión de futuro es quizá igual de inmaduro que intentar jugar con camiones y barbies, mientras tienes que hacerte cargo de algo o de alguien. Después de todo, pareciera ser que lo que termina ocurriendo no es siempre lo que tenemos planeado.
Y eso nos lleva al ineludible punto de reflexión donde nos cuestionamos las planificaciones. ¿Para qué? Y aparece el cliché del carpe diem que nos sacude por unos segundos y luego nos lanza de nuevo a nuestro día-día, cual reacción de asco ante un cuerpo putrefacto.

Dos personas nunca son iguales.

Entenderlo es quizá lo más complejo. De una forma u otra resulta problemático la posesión y desarrollo de expectativas. Hacia el resto y hacia uno mismo. Las tasas de descontento son considerables.

Y aparecen entonces ideas más hippies o más francoliberales: laisser faire, laisser passer.

No es aliado ni enemigo. Simplemente es tiempo.

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La melodía de una rumba me dijo: "el secreto no está en la tumba, sino en el vivir".